En febrero de 2004 llegó al mundo hispano
la quinta novela de Harry Potter, un monstruo de 893 páginas, el que sería el
más largo de la serie.
La historia comienza con la perspectiva del
anterior libro: Lord Voldemort ha regresado, pero sorprendentemente, no ha
pasado nada todavía. Meses van y meses vienen y Voldemort no parece tener
intención de iniciar abiertamente su matanza. Por su parte, para variar Harry
está en casa de sus tíos sin saber nada sobre sus amigos. Una noche, se
aparecen un par de dementores en Little Whinning, sitio ficticio ubicado en la
provincia británica de Surrey donde los Dursley habitan. Harry se ve obligado a
emplear la magia para salvar a su primo y a sí mismo, sin embargo, momentos más
tarde llega una lechuza del Ministerio de Magia informándole que ha sido
expulsado de Hogwarts.
Días más tarde, Harry concurre a una
audiencia en el Ministerio de Magia, en la cual, tras ser defendido por el
profesor Dumbledore, se le absuelve y se le reintegra al colegio. Harry se
reúne con su padrino en el número 12 de Grimmauld Place, en donde conoce de una
asociación secreta denominada la “Orden del Fénix”, conformada por quienes
combaten a Voldemort.
En tales condiciones, y habiéndose echado
al Ministerio de Magia encima por su descaro en la audiencia, Harry regresa a
Hogwarts, donde lo espera una arpía de lo peor: la profesora Dolores Umbridge,
quien trabaja para el Ministerio y niega que Voldemort haya regresado, y tiene
la clara intención de desprestigiar a Dumbledore y a Harry, y con ayuda del
Ministerio consigue de forma sistemática privar a Potter de todas y cada una de
sus diversiones e intereses, y se convierte en Suma Inquisidora primero, y
posteriormente logra la destitución de Dumbledore, para reemplazarlo en el
puesto de Director del colegio.
Y mientras todo esto ocurre, en vista
de que la nueva profesora no tiene ningún interés en enseñarles Defensa contra
las Artes Oscuras, materia que supuestamente imparte, Harry organiza en secreto
una asociación denominada “Ejército de Dumbledore” en la cual de manera autodidacta
sus compañeros aprenden los hechizos que Umbridge ha prohibido para su
enseñanza en el Colegio. Es precisamente la disolución de esta asociación lo
que está íntimamente relacionado con la destitución de Albus Dumbledore de su
cargo de Director.
Así las cosas, un buen día Harry tiene una
visión, en la que su padrino está siendo torturado por Voldemort en un sitio
que conoce por anteriores visiones y su reciente visita al Ministerio de Magia:
el Departamento de Misterios (uy, qué misterioso, en serio, me pregunto qué
pasará allí), así que, tomando en consideración que Harry tiene una serie de
visiones que son reales, como una ocurrida en Navidad que involucraba al padre
de Ron, decide ir en busca de su padrino, y escapa del colegio junto con sus amigos.
Cuando finalmente llega al lugar, no
encuentra nada de lo que vio, pero sí una pequeña esfera con su nombre y el de
Voldemort. Al tomarla, Harry descubre que fue llevado a una trampa tendida por
Voldemort, en la cual lo que los seguidores de éste quieren es apoderarse de
esa pequeña bola de cristal.
La batalla estalla en pleno departamento de
misterios, y al final la esfera se rompe, pero a pesar de que los seguidores de
Voldemort no consiguen su objetivo, Harry sufre una terrible pérdida: su
padrino ha muerto en batalla. Al final, el mismísimo Voldemort se aparece en
medio del lugar e intenta poseer a Harry, pero tras una lucha con Dumbledore,
deberá escapar nuevamente, no sin antes ser visto por muchos de los empleados
del Ministerio, incluido el propio Ministro de Magia.
Dumbledore revela a Harry que lo que había
en esa bola de cristal era una profecía que decía que él sería el único que
podría vencer al Señor Tenebroso (es decir, algo bastante mesiánico, y que ya
había sido explotado antes por George Lucas en el primer episodio de La Guerra
de las Galaxias, respecto de quien destruiría a los Sith y daría balance a la
Fuerza, pero bueno, eso es otra historia). La historia termina así, con la
restitución de Dumbledore a su antiguo puesto, la reivindicación de Harry y la
destitución de Dolores Umbridge.
En realidad, la historia es bastante larga,
pero al libro le sobraron muchísimas páginas. En un principio y hacia la mitad
tedioso, el libro parece carecer del encanto que Rowling demostró en sus
pasadas entregas, aunque al final logró remontar con un final agridulce (por
fin ha logrado hacer finales donde no todo sea color de rosa, lo que es de
agradecerse), pero su entrega carece de la talla que tenían La Piedra, La
Cámara, El Prisionero y El Cáliz. Más suerte para la próxima, Jo.
Era de esperarse, toda vez que la autora
demoró tres años en terminar esta entrega y muchos de hecho sospechaban lo que
en realidad pasó, a Rowling le agarró su momento de bloqueo literario, la buena
noticia es que no fue por mucho tiempo.
La película: tal para cual
No sé qué es peor: si un libro tedioso o
una película que no logra sacar los elementos menos tediosos del libro a
relucir. Comencemos por la fotografía: ya desde anteriores entradas,
concretamente El Prisionero de Azkaban, la fotografía general de las películas
del joven mago era cada vez más obscura, ello quizá funcionara en algunas
escenas cargadas de efectos visuales, pero en realidad con esta película se pasó el efecto y se convirtió algo molesto
el ver una fotografía tan obscura y falta de vida.
Un cambio más a la dirección de Potter puso
a David Yates al frente del proyecto, y ello no ayudó en mucho a que la
historia fluyera más. Si bien es cierto había partes del libro que debían ser
suprimidas, en realidad los cortes fueron excesivos y el guión se centró más en
darle importancia a Dolores Umbridge que en dar énfasis al final de la historia
y la explicación de la profecía, lo que constituye un claro detrimento a lo
poco rescatable de la recesión literaria de J.K. Rowling.
Por otro lado la caracterización de los
personajes no me gustó. En específico Dolores Umbridge es descrita como una
mujer con cara de sapo, es decir, una
mujer fea, que si bien tiene sus
adornos de gatitos y esas cosas, es una mujer fea, y definitivamente la Dolores
Umbridge mostrada en el metraje de David Yates, no cubre cabalmente con ese
requisito (digo, tampoco es Carmen Electra, pero seamos honestos, hay mujeres
más feas y que se parecen más a un sapo que ella)
En realidad, en comparación con su
antecesora, ésta logra una nota superior, sólo por que se apega más al libro
que adapta, pero seamos honestos, la supera sólo por que la anterior sólo puede
ser calificada de bazofia.
Mi valoración personal:
Del libro:
7
De la película:
6
No hay comentarios.:
Publicar un comentario